Nos levantamos a las 9, llevamos la ropa a lavar, y después nos decidimos hacer la Acrópolis.(ciudad alta) una ciudad a 156 metros de altura, donde las mujeres eran consideradas divinas, y levantada en honor a los dioses.
Recorrer la Acrópolis
es pasear por las ruinas de una época dorada cuyos cimientos fueron levantados, la mayoría de ellos, en la época de Pericles, en el año 450 a.C. Hoy, los andamios intentan mantener con vida lo que queda de las columnas, dinteles y pórticos, que cuentan con más de 2.500 años de antigüedad. Y, aunque todos nos hayamos quejado de tener estas estructuras metálicas presentes en nuestras imágenes de la Acrópolis, lo cierto es que sin ellos estas edificaciones divinas se vendrían abajo.
Pero, para poder comprender mejor estas edificaciones, primero hay que hacer un repaso a la mitología griega, ya que cada edificio es un homenaje a los dioses que se veneraban en la época clásica. Según la leyenda, Poseidón y Atenea se enfrentaron por hacerse con la Acrópolis. El dios del mar clavó su tridente en una roca e hizo que empezase a salir agua salada que ofreció al pueblo junto con cuatro caballos. Atenea, en cambio, plantó un olivo como símbolo de paz y sabiduría. El pueblo eligió a Atenea otorgándole el título de guardiana de la “polis” que, a partir de entonces, pasaría a llamarse Atenas y rindiéndole culto en cada una de las edificaciones que formarían parte de la Acrópolis.
Además de rendirle culto en sus interiores, como homenaje a la guardiana de la ciudad, Atenea, Fidias le construyó una gran estatua de oro y marfil que ocupaba el centro del templo. Ésta fue considerada como una de las maravillas del mundo antiguo hasta que desapareció cuando la trasladaron a Constantinopla (en el 426).
Hoy en día, el Partenón es uno de los edificios más afectados. Sin embargo, todavía se mantienen en pie las ocho columnas dóricas de mármol, tanto en la fachada como en su parte trasera, así como las otras 16 que componen sus laterales.
Otros templos que le rinden culto son el Erecteión y el Atenea Niké. El primero de ellos, el Erecteión, es el segundo más grande de toda la Acrópolis y, el más impresionante. Se le conoce por la Tribuna de las Caríatides, seis columnas con forma de mujer que homenajean a las mujeres de la urbe que fueron condenadas a la esclavitud de los persas durante las Guerras Médicas. Asimismo, el nombre de Caríatide se refiere a los habitantes de la ciudad de Caria, que eran aliados de los persas, por lo que tenían el poder sobre esas mujeres. Hoy en día, las carítiades que sujetan el pórtico del Erecteión son réplicas de las originales, que se encuentran en el museo de la Acrópolis.
Desde lo alto, no sólo se puede divisar toda la ciudad, sino que a lo lejos podremos ver el Templo de Zeus Olímpico, el más grande de Grecia durante la época helenística y romana.
La verdad es que la Acrópolis en su conjunto realmente es una obra que evoca a los dioses, y aún hoy, en su estado es magnífica, causa mucha emición, es como estar recorriendo las páginas del libro de historia de primer año pero más real.
Por la tarde nos fuimos a Cabo Sounion, donde se encuentra nuestro objetivo, el Templo de Poseidón y tal vez, uno de los mejores atardeceres.
El cabo Sunion o Sunio, se encuentra al sur del Ática, a 68 kilómetros al sureste de Atenas.
En la antigüedad, este lugar fue usado como observatorio para avistar los barcos que se acercaban a Atenas.
El cabo Sunion era, según la leyenda, el lugar en el que el rey Egeo, padre del héroe Teseo, se habría lanzado al mar. Teseo le había dicho que si volvía victorioso de Creta tras su lucha con el Minotauro, izaría unas velas blancas, por el contrario, si moría, la tripulación dejaría las velas negras. Teseo agotado se durmió y su barco continúo enarbolando velas negras que fueron las que vio su padre que, desesperado, se arrojó de lo alto del acantilado, dando nombre al mar.
Este lugar es famoso por la belleza de sus puestas de sol. Todos los días del año, al atardecer, el cabo Sunion se llena de turistas que llegan de todas partes de Grecia a contemplar el ocaso.
Recorrer la Acrópolis
es pasear por las ruinas de una época dorada cuyos cimientos fueron levantados, la mayoría de ellos, en la época de Pericles, en el año 450 a.C. Hoy, los andamios intentan mantener con vida lo que queda de las columnas, dinteles y pórticos, que cuentan con más de 2.500 años de antigüedad. Y, aunque todos nos hayamos quejado de tener estas estructuras metálicas presentes en nuestras imágenes de la Acrópolis, lo cierto es que sin ellos estas edificaciones divinas se vendrían abajo.
Pero, para poder comprender mejor estas edificaciones, primero hay que hacer un repaso a la mitología griega, ya que cada edificio es un homenaje a los dioses que se veneraban en la época clásica. Según la leyenda, Poseidón y Atenea se enfrentaron por hacerse con la Acrópolis. El dios del mar clavó su tridente en una roca e hizo que empezase a salir agua salada que ofreció al pueblo junto con cuatro caballos. Atenea, en cambio, plantó un olivo como símbolo de paz y sabiduría. El pueblo eligió a Atenea otorgándole el título de guardiana de la “polis” que, a partir de entonces, pasaría a llamarse Atenas y rindiéndole culto en cada una de las edificaciones que formarían parte de la Acrópolis.
El Partenón
El templo de la diosa Atenea o el Partenón es el más popular de la mitología griega, ya que sus dimensiones y la perfección con la que fue construido no han dejado indiferente a nadie a lo largo de los siglos. Este templo, cuyo nombre significa “apartamento de la virgen”, se puede ver desde cualquier punto de la ciudad. El Partenón fue considerado como el paraíso, ya que permitía la entrada del sol por todos sus costados y éste iluminaba todo su interior.
Además de rendirle culto en sus interiores, como homenaje a la guardiana de la ciudad, Atenea, Fidias le construyó una gran estatua de oro y marfil que ocupaba el centro del templo. Ésta fue considerada como una de las maravillas del mundo antiguo hasta que desapareció cuando la trasladaron a Constantinopla (en el 426).
Hoy en día, el Partenón es uno de los edificios más afectados. Sin embargo, todavía se mantienen en pie las ocho columnas dóricas de mármol, tanto en la fachada como en su parte trasera, así como las otras 16 que componen sus laterales.
El Erecteión
Templo de Atenea Niké
Por otra parte, el Templo de Atenea Niké es más pequeño que el Erecteión, aunque no por ello carece de menos importancia. Este monumento está situado a la entrada de la Acrópolis, al sur de los Propileos. También fue construido para homenajear a Atenea Niké, cuyo significado es “la victoriosa”, aunque ésta también adquirió el nombre de Niké Aptera (victoriosa sin alas) ya que el objetivo era que no pudiera salir de la Acrópolis, a pesar de estar tan cerca de la gran entrada que hoy en día también está en reconstrucción. Su vestíbulo cuenta con unas dimensiones de 24 x 18 metros.
Teatro de Dionisio
Existen otras edificaciones como el Odeón de Herodes Atico o el antiguo Teatro de Dionisio, una de las creaciones arquitectónicas más importantes dentro de esta pequeña urbe y que fue considerado como el mayor teatro griego en la época clásica.
Templo de Zeus Olímpico
La verdad es que la Acrópolis en su conjunto realmente es una obra que evoca a los dioses, y aún hoy, en su estado es magnífica, causa mucha emición, es como estar recorriendo las páginas del libro de historia de primer año pero más real.
Por la tarde nos fuimos a Cabo Sounion, donde se encuentra nuestro objetivo, el Templo de Poseidón y tal vez, uno de los mejores atardeceres.
El cabo Sunion o Sunio, se encuentra al sur del Ática, a 68 kilómetros al sureste de Atenas.
En la antigüedad, este lugar fue usado como observatorio para avistar los barcos que se acercaban a Atenas.
El cabo Sunion era, según la leyenda, el lugar en el que el rey Egeo, padre del héroe Teseo, se habría lanzado al mar. Teseo le había dicho que si volvía victorioso de Creta tras su lucha con el Minotauro, izaría unas velas blancas, por el contrario, si moría, la tripulación dejaría las velas negras. Teseo agotado se durmió y su barco continúo enarbolando velas negras que fueron las que vio su padre que, desesperado, se arrojó de lo alto del acantilado, dando nombre al mar.
Este lugar es famoso por la belleza de sus puestas de sol. Todos los días del año, al atardecer, el cabo Sunion se llena de turistas que llegan de todas partes de Grecia a contemplar el ocaso.
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