Llegamos el domingo a las 9 de la mañana, hacer aduana nos demoró, había mucho control y el trasnfer no llegó, asi es que nos aventuramos hacia la ciudad rosa en taxi, entramos a la Medina.
Marrakech es una ciudad para los amantes de lo exótico, repleta de monumentos y lugares absolutamente imperdibles. Como toda ciudad árabe tiene su dosis de aventura, unida a la magia de sus calles y al refinamiento de sus obras de arte.
Es una ciudad de contrastes, donde perviven las tradiciones más remotas junto a la modernidad absoluta de los nuevos locales y de las infraestructuras de los barrios modernos.
La Medina de Marrakech tiene un ritmo propio y una energía que absorbe los sentidos, al entrar en ella uno tiene la sensación de haber sido transportado en el tiempo; cada calle y cada plaza ofrece un auténtico espectáculo, por su colorido, sus aromas embriagadores, el ruido de las voces y los artesanos trabajando con herramientas arcaicas, la mezcla de culturas árabe, bereber, gnawa, etc. que detectamos en las distintas músicas, vestimentas, y rasgos de sus habitantes.
Nos acomodamos en nuestro Riad AMRA,
muy pintoresco y bien ubicado cerca de todo.
Marrakech es también la ciudad de las compras, irresistible para aquellos que aprecian la artesanía: babuchas, alfombras y tapices, alfarería, cobre, joyas, cuero, cestos como también pócimas y productos de belleza. En el zoco debe regatearse, es imposible no aprender.
Y de allí iniciamos nuestra recorrida.
La Koutubia y sus jardines,
la Plaza Jama El Fna,
los palacios,
las cabras sobre las plantas de argane (de donde se saca el aceite para cosméticos y consumo)
las palmeras, la playa de Essaoura (a 180 km de Marrakech)
y los CAMELLOS, perdón, DROMEDARIOS!!!!
